“Podrán sacarme la jubilación, pero no la memoria”. Al cartel tatuado a mano en prolija caligrafía lo agita Susana a pasitos de la colmada Plaza de Mayo. Desde Parque Patricios se arrimó al memorioso ágape dominguero la señora Susi, jubilada docente: “No podía faltar con estos negacionistas en el gobierno. Es una fecha muy fuerte, pero se resignifica en este presente. Sabés, te cuento algo, estaba triste las últimas semanas, dudaba si venir. Pero me dije, ‘es ahora más que nunca’, acá me siento abrazada, contenida. Somos miles que vamos a seguir luchando, como hicieron los compañeros que entregaron sus vidas. Por eso vine, aunque nos maten de hambre, vamos a seguir peleando por nuestros derechos. Ellos serán las fuerzas del cielo, andá a saber qué es eso. Bueno, nosotros somos las fuerzas del suelo. La historia está de nuestro lado, compañero”.
Es un río memorioso que fluye por el centro porteño. Por Avenida de Mayo, por Diagonal Norte y Sur, por las callecitas empedradas de San Telmo y más allá. Todos los caminos conducen a la Plaza colmada bajo un sol tremendo. Son cientos de miles de personas, decenas de columnas que marchan por el frígido centro. Cuarenta y ocho años del golpe genocida. Un solo grito: “Memoria, Verdad y Justicia”. (...)
Tiempo Argentino